De un parcero de barrio, a un parcero popular

18.09.2011 19:13

“Si usted va a subir al barrio, le recomendamos no ser visajoso, comer callao, aprender el padre nuestro, comprar un chaleco antibalas y un hueco en el Cementerio Universal…” así habla “El parcero del popular No 8, en una de sus obras, “olor a barrio”. Él es Robinson Posada Vargas, un joven como cualquier otro habitante del barrio Manrique en Medellín, pero con una característica muy singular, su actitud positiva frente a la vida. Desde hace varios años, ha venido valiéndose de su personaje, “Juanito esquina mil amores no me mires barrio popular No 8”, para contar  con humor, alegría y un poco de sarcasmo una realidad que para muchos es triste y dolorosa.

En algún momento de su vida el tuvo la oportunidad de elegir entre la guerra, el vicio y la vida fácil en su barrio, pero optó por hacer teatro y contagiar otros jóvenes a esta vida, también fácil, pero sin riesgos. Robinson ha obtenido un reconocimiento en la ciudad gracias a su humor y carisma, es actor, narrador, cuentero y docente, socio fundador de la corporación cultural “Vivapalabra”, actor del grupo de teatro “Hora 25” y docente de cátedra de la Universidad Nacional, sede Medellín. Ha participado en  diversos festivales de teatro y cuentería a nivel nacional e internacional, realizó un CD de cuentos parlaches en Medellín, el único en su género a nivel mundial,  además ha sido escritor de un libro “Las voces del barrio”, dejando plasmados testimonios de vida.

La historia  de la guerra viene de tiempos atrás, no es de ahora y muchos menos sólo de Medellín, es un fenómeno que se presenta a nivel mundial y que cobra miles de vidas, día tras día. Sin embargo existen personas como Robinson Posada Vargas, que lucha constantemente por sacar de este mundo de guerra a muchos jóvenes, que a diario buscan  sobrevivir, en un conflicto aparentemente sin salida. Las historias son muchas, de dolor, tristeza, muerte, desesperación, callejones sin salida que guardan feos secretos, historias que mueven el corazón de cualquiera, así se vive día a día, desde que en Medellín comenzó, cerca a los años 80, una época en la que el reconocido “cartel”, liderado por Pablo Emilio Escobar Gaviria, la mafia, el tráfico de drogas, los atentados terroristas, la disputa por los territorios en las diferentes comunas, entre otros acontecimientos, hicieron en algún momento, de Medellín una de las ciudades más violentas.

“No fue de la noche a la mañana que surgieron quienes ahora trafican con droga, no fue de un momento a otro como se formo el sicariato, todo esto fue producto de un largo proceso de deterioro”, expone Juan Gómez Martínez, en un libro publicado en 1991, “En qué momento se jodió Medellín”. Así mismo, la pérdida de valores, la violencia política, la falta de educación y las políticas gubernamentales equivocadas, han ido provocando esta situación crítica que ahora se vive, todo esto se evidencia notablemente en las escuelas de Medellín y de Colombia entera, donde los conflictos son constantes y donde la intolerancia es el pan de cada día, mostrando el deterioro de la educación actual y la degradación del futuro de la sociedad.

“Dos o tres familias por casa, ausencia del jefe del hogar, promiscuidad, falta de educación cívica y moral en escuelas y colegios, el desempleo, el aislamiento de los barrios, el mal ejemplo de las “hazañas” económicas de los socios del cartel y la ausencia o la limitada presencia de autoridad en las comunas, crearon el ambiente propicio para que hiciese su aparición el fenómeno del narco-sicariato”, así lo ve Harold Bedoya Pizarro, Director de la Escuela Superior de Guerra, en el libro “En qué momento se jodió Medellín”, dando a conocer un punto de vista y dejando muy en claro algunas de las causas de esta preocupante situación.

Toda esta era de violencia, ha sido la motivación para que Robinson buscara alternativas de vida, dejando atrás ese revólver calibre 38 que enseñoreó como amo y señor de un territorio en el que ninguna autoridad se atrevía a entrar. Buses incinerados, conductores asesinados, muerte de personas inocentes, enfrentamientos día y noche, deserción escolar, toques de queda, entre otros hechos, eran las noticias que a diario periódicos como El Colombiano, El mundo, El Espectador, El Tiempo, otros diarios de la ciudad y diferentes medios de comunicación informaban. La situación era difícil, defensores de derechos humanos, expusieron en cierto momento en  el  artículo publicado por la Agencia Latinoamericana de Información, en enero de 2010, un detallado panorama de lo que sucedía en Medellín, poniendo en manifiesto su preocupación por el deterioro en la calidad de vida de los habitantes de la ciudad, derivado no sólo del fenómeno de violencia urbana sino también por el aumento de los índices de desempleo, sub-empleo, miseria y exclusión.

Actualmente la situación no es muy diferente, pero un poco más manejable, y aunque Posada Vargas no es Policía, ni El Presidente, ni un jefe paramilitar, o una persona respetable por su poder, si es una persona que con risas se ha ganado mucho más que ese respeto, el ha sacado de lugares oscuros a quienes nunca pensaron volver a ver la luz, ese es el caso del “Mocho”, un joven que empuñó su primer arma a los 11 años, con el objetivo de cobrar una venganza, venganza que no sirvió para nada, porque esto nunca le devolvió a su familia, Robinson en su labor de ayudar le dio la alternativa de hacer teatro, y le extendió la mano a este joven, que en algún momento de la vida intentó suicidarse 4 veces  y que ahora vive feliz. Robinson hoy, se siente orgulloso de lo que ha logrado y habla con mucha seguridad, al decir que él es producto de su propio proyecto. “Aquí lo importante es llegar a estos jóvenes con esa manera de sin querer queriendo, venga parcero hagamos teatro”, “ser o no ser marihuanero, ser o no ser sicario, ayudarles a encontrar en ellos mismos que hay otro talento”, así habla Robinson, todo un docente y empedernido en cambiar esta triste realidad, que para él es difícil pero no imposible. “Yo pienso que el teatro, el arte en sí, es un vehículo importante, como herramienta de reconstrucción, de tejido social, para esta calidad de público, tanto desde la prevención, como del llamado hacia otros talentos, para jóvenes en esta problemática”.

El teatro ha sido una fuerte herramienta, para que “El parcero del popular #8”, y su otro yo Robinson Posada,  logren cambiar pensamientos, actitudes y la vida de muchos jóvenes, sin embargo el opina, “hay un público que se ríe, y hay otro que se ríe pero entiende esa realidad que se quiere mostrar; porque el objetivo principal no es hacer reír, sino que la gente se lleve la reflexión para la casa”. Y es así como ha logrado que jóvenes terminen sus estudios primarios, secundarios e ingresen a la universidad, demostrando que si es posible y que hay otras salidas, todo gracias al teatro.

En su pecho “El Parcero” luce escapularios, cadenas de oro, estampas de la Virgen María Auxiliadora y de su santo preferido por ‘torcido’, San Judas. El lenguaje que emplea es el “parlache”, lenguaje del barrio, lleva una gorra que apenas y lo deja ver, una bermuda camuflada y una chaqueta ancha, Robinson por su parte, lleva un jean casual, unos tenis, una camisa común y corriente, y se expresa con un lenguaje normal, y aunque Robinson  es diferente a su personaje y el cambio entre cada uno es notorio, los dos tienen algo en común y es esa sensibilidad frente a la vida y a ese fenómeno de la violencia que nos ataca a diario y que por lo visto, no es tan difícil de combatir si se le da otra mirada y si se tiene el apoyo necesario. “Todo es posible, simplemente hay que dejar de señalar y juzgar y hay que buscar soluciones, es decir, esto está mal, pero qué podemos hacer”, agrega.

"Dios mío bendito, cuida a nuestros hijos, tu sabes que ellos no son malos… Y así termina esta historia, uno, dos, tres, mataron a todo el combo y al Flaco después. Los tombos se abrieron y el alcalde por la Tv en la noche habló y mamá Anita en la casa llorando solita quedó", adaptación de rin rin renacuajo, en su disco compacto Olor a barrio, cerrando así esta historia, que de alegría invadió a quienes la vivieron y ya no, pero que trae tristeza a quienes fueron y ya no son.

 

Por: Daniela Giraldo Henao